La sonrisa, no cuesta nada y vale mucho, enriquece al que la recibe sin empobrecer al que la da, es breve como un relámpago, pero a veces se queda para siempre en la memoria. Nadie es tan rico que pueda prescindir de ella, ni tan pobre que no pueda obsequiarla. Fortalece al fatigado, anima al descorazonado, alegra al triste y es el mejor remedio contra el enojo. No se puede comprar ni pedir como limosna, no es posible prestarla ni robarla, pues vale cuando se regala. Y nadie la necesita con más desesperación, que aquel a quien ya no le quedan más para regalar...
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